Durante una semana hemos caminado por las calles de Montreal para observar de cerca cómo los habitantes de esta ciudad cultivan alimentos en medio de tanto concreto. A pesar de que vivo en esta región desde hace casi 12 años, he descubierto que detrás de los magníficos tomates que crecen en las veredas o de las hermosas huertas comunitarias, en los barrios donde el verde es escaso, la agricultura urbana en Montreal se ha convertido en una herramienta de desarrollo social y de expresión ciudadana. Dos de nuestras visitas representan bien estos dos aspectos: la finca periurbana D-Trois-Pierres y el barrio Le-Sud-Ouest.
Situada en la granja ecológica del Parc-nature du Cap-Saint-Jacques, al oeste de la isla de Montreal, D-Trois-Pierres es una empresa de inserción social y profesional para jóvenes en dificultad que fue fundada en 1986. Los jóvenes que participan en este programa, de 8 meses, son entrenados en diversas actividades para obtener una atestación o un diploma de obrero agrícola. Los participantes reciben un sueldo, así como apoyo sicológico y un seguimiento de su progreso durante el entrenamiento. D-Trois-Pierres está subvencionado por Emploi Québec, entidad gubernamental provincial, quien asegura un sueldo a los jóvenes pero no el salario de las 75 personas que trabajan en el funcionamiento del organismo. Dominique Patry, la coordinadora de D-Trois-Pierres en la finca, nos explica que las remuneraciones del personal administrativo provienen de otras fuentes, como la venta de productos cultivados en la finca (todos orgánicos) en canastos CSA, a través de un sistema de reservación por internet. El arriendo de una parte del terreno para eventos (bodas por ejemplo) y la venta de algunos productos en el almacén de la finca, abierto a los visitantes, también contribuyen a completar los salarios. Si bien el organismo ha logrado su objetivo principal durante más de 25 años, ya que 90% de los jóvenes que terminan el programa encuentran empleo o vuelven a los estudios, Dominique Patry asegura que el principal desafío que enfrenta D-Trois-Pierres es el financiamiento del personal, ya que este depende de actividades que no siempre funcionan. Por lo demás la ciudad de Montreal reconoce la labor social y turística del organismo, de modo que los aspectos legales no son una barrera.
Situada en la granja ecológica del Parc-nature du Cap-Saint-Jacques, al oeste de la isla de Montreal, D-Trois-Pierres es una empresa de inserción social y profesional para jóvenes en dificultad que fue fundada en 1986. Los jóvenes que participan en este programa, de 8 meses, son entrenados en diversas actividades para obtener una atestación o un diploma de obrero agrícola. Los participantes reciben un sueldo, así como apoyo sicológico y un seguimiento de su progreso durante el entrenamiento. D-Trois-Pierres está subvencionado por Emploi Québec, entidad gubernamental provincial, quien asegura un sueldo a los jóvenes pero no el salario de las 75 personas que trabajan en el funcionamiento del organismo. Dominique Patry, la coordinadora de D-Trois-Pierres en la finca, nos explica que las remuneraciones del personal administrativo provienen de otras fuentes, como la venta de productos cultivados en la finca (todos orgánicos) en canastos CSA, a través de un sistema de reservación por internet. El arriendo de una parte del terreno para eventos (bodas por ejemplo) y la venta de algunos productos en el almacén de la finca, abierto a los visitantes, también contribuyen a completar los salarios. Si bien el organismo ha logrado su objetivo principal durante más de 25 años, ya que 90% de los jóvenes que terminan el programa encuentran empleo o vuelven a los estudios, Dominique Patry asegura que el principal desafío que enfrenta D-Trois-Pierres es el financiamiento del personal, ya que este depende de actividades que no siempre funcionan. Por lo demás la ciudad de Montreal reconoce la labor social y turística del organismo, de modo que los aspectos legales no son una barrera.
La lucha por la reivindicación social y por el derecho a la alimentación están bien presentes en este barrio, como puede apreciarse en un mural de la calle Knox, a unos pasos de la huerta La Pointe Verte. En el jardín colectivo La Ratatouillé, sobre las veredas de las calles Shearer y Grand Trunk crecen tomates, zapallos y girasoles, entre otras plantas comestibles. Si se mira con atención, entremedio de las plantas, pueden verse pancartas denunciando la falta de apoyo social del gobierno (fin de financiamiento de almuerzos escolares, falta de servicios, derecho a una mejor alimentación, etc.). La Ratatouillé termina en la puerta de un almacén solidario, manejado por voluntarios locales, donde los residentes de bajos recursos pueden procurarse alimentos a un menor precio que en las tiendas de los alrededores. | El barrio Le Sud-Ouest, donde más de un tercio de los habitantes poseen bajos ingresos y una quinta parte está compuesta de inmigrantes, es un buen ejemplo de la importancia de la agricultura urbana para la comunidad y de cómo esta actividad puede servir de medio de expresión de disconformidad social. Aquí, muchas mujeres inmigrantes, provenientes de Bangladesh, no hablan el francés ni el inglés, así que se encuentran aisladas del resto de la comunidad. La huerta comunitaria La Pointe Verte (que ya ha sido descrita en el blog del 18 de agosto por Adam y Gwyneth), les permite cultivar sus vegetales tradicionales y socializar. Además brinda a los niños un lugar de juego. |
Es este mismo barrio, en el patio de un jardín infantil de la calle Mullins, hay un palo de hockey plantado entremedio de una pequeña chacra, para recordarnos el orgullo que sienten los residentes por la agricultura urbana local.
Por último, aunque puede parecer un cliché, no puedo dejar de mencionar que la agricultura urbana en Montreal no sería posible sin la pasión y la dedicación de la gente que está detrás de todos los organismos privados, públicos y comunitarios visitados esta semana, ya que la mayor parte de estas entidades han sido creadas gracias a la iniciativa de ciudadanos que creen que una ciudad más verde y más solidaria es posible.
Por último, aunque puede parecer un cliché, no puedo dejar de mencionar que la agricultura urbana en Montreal no sería posible sin la pasión y la dedicación de la gente que está detrás de todos los organismos privados, públicos y comunitarios visitados esta semana, ya que la mayor parte de estas entidades han sido creadas gracias a la iniciativa de ciudadanos que creen que una ciudad más verde y más solidaria es posible.